domingo, 31 de mayo de 2015

Jettatore: Guía de lectura

Resultado de imagen para jettatorehttp://www.biblioteca.org.ar/libros/8749.pdf

JETTATORE de Gregorio de Laferrère.




La farsa: Obra teatral cómica que se escribe y se representa con el único fin de hacer reír al público, mediante la muestra de situaciones y personajes ridículos. Es un tipo de obras en las que la realidad se deforma estilizándola, haciéndola grotesca o carnavalizándola.


Guía de comprobación de lectura:

1) ¿Qué conflicto se plantea en la obra y cómo se resuelve?

2) Enumera distintos momentos en donde el humor irónico se hace presente. Justificar con fragmentos de la obra.

3) ¿Por qué esta obra es una "farsa" ?

4) Caracteriza a los protagonistas. Citar fragmentos de la obra en cada caso.

5) Enuncia tema principal y subtemas de la obra.

6) Elabora un comentario acerca de lo que piensas sobre la "mala suerte" que se le atribuye a ciertas personas o cosas. Puedes incorporar en tu evaluación casos de la vida real que conozcas o hayas escuchado.

7) ¿Cuál es la intención de Laferrère al abordar el tema de la "yeta" en esta obra de teatro?



miércoles, 20 de mayo de 2015

Cuento: El hijo, de H. Quiroga


El hijo (Horacio Quiroga)
Es un poderoso día de verano en Misiones, con todo el sol, el calor y la calma que puede deparar la estación. La naturaleza, plenamente abierta, se siente satisfecha de sí.Como el sol, el calor y la calma ambiente, el padre abre también su corazón a la naturaleza.
-Ten cuidado, chiquito -dice a su hijo, abreviando en esa frase todas las observaciones del caso y que su hijo comprende perfectamente.
-Si, papá -responde la criatura mientras coge la escopeta y carga de cartuchos los bolsillos de su camisa, que cierra con cuidado.
-Vuelve a la hora de almorzar -observa aún el padre.
-Sí, papá -repite el chico.
Equilibra la escopeta en la mano, sonríe a su padre, lo besa en la cabeza y parte. Su padre lo sigue un rato con los ojos y vuelve a su quehacer de ese día, feliz con la alegría de su pequeño.
Sabe que su hijo es educado desde su más tierna infancia en el hábito y la precaución del peligro, puede manejar un fusil y cazar no importa qué. Aunque es muy alto para su edad, no tiene sino trece años. Y parecía tener menos, a juzgar por la pureza de sus ojos azules, frescos aún de sorpresa infantil. No necesita el padre levantar los ojos de su quehacer para seguir con la mente la marcha de su hijo.
Ha cruzado la picada roja y se encamina rectamente al monte a través del abra de espartillo.
Para cazar en el monte -caza de pelo- se requiere más paciencia de la que su cachorro puede rendir. Después de atravesar esa isla de monte, su hijo costeará la linde de cactus hasta el bañado, en procura de palomas, tucanes o tal cual casal de garzas, como las que su amigo Juan ha descubierto días anteriores. Sólo ahora, el padre esboza una sonrisa al recuerdo de la pasión cinegética de las dos criaturas. Cazan sólo a veces un yacútoro, un surucuá -menos aún- y regresan triunfales, Juan a su rancho con el fusil de nueve milímetros que él le ha regalado, y su hijo a la meseta con la gran escopeta Saint-Étienne, calibre 16, cuádruple cierre y pólvora blanca.
Él fue lo mismo. A los trece años hubiera dado la vida por poseer una escopeta. Su hijo, de aquella edad, la posee ahora y el padre sonríe...
No es fácil, sin embargo, para un padre viudo, sin otra fe ni esperanza que la vida de su hijo, educarlo como lo ha hecho él, libre en su corto radio de acción, seguro de sus pequeños pies y manos desde que tenía cuatro años, consciente de la inmensidad de ciertos peligros y de la escasez de sus propias fuerzas.
Ese padre ha debido luchar fuertemente contra lo que él considera su egoísmo. ¡Tan fácilmente una criatura calcula mal, sienta un pie en el vacío y se pierde un hijo!
El peligro subsiste siempre para el hombre en cualquier edad; pero su amenaza amengua si desde pequeño se acostumbra a no contar sino con sus propias fuerzas.
De este modo ha educado el padre a su hijo. Y para conseguirlo ha debido resistir no sólo a su corazón, sino a sus tormentos morales; porque ese padre, de estómago y vista débiles, sufre desde hace un tiempo de alucinaciones.
Ha visto, concretados en dolorosísima ilusión, recuerdos de una felicidad que no debía surgir más de la nada en que se recluyó. La imagen de su propio hijo no ha escapado a este tormento. Lo ha visto una vez rodar envuelto en sangre cuando el chico percutía en la morsa del taller una bala de parabellum, siendo así que lo que hacía era limar la hebilla de su cinturón de caza.
Horrible caso... Pero hoy, con el ardiente y vital día de verano, cuyo amor a su hijo parece haber heredado, el padre se siente feliz, tranquilo y seguro del porvenir.
En ese instante, no muy lejos, suena un estampido.
-La Saint-Étienne... -piensa el padre al reconocer la detonación. Dos palomas de menos en el monte...
Sin prestar más atención al nimio acontecimiento, el hombre se abstrae de nuevo en su tarea.
El sol, ya muy alto, continúa ascendiendo. Adónde quiera que se mire -piedras, tierra, árboles-, el aire enrarecido como en un horno, vibra con el calor. Un profundo zumbido que llena el ser entero e impregna el ámbito hasta donde la vista alcanza, concentra a esa hora toda la vida tropical.
El padre echa una ojeada a su muñeca: las doce. Y levanta los ojos al monte. Su hijo debía estar ya de vuelta. En la mutua confianza que depositan el uno en el otro -el padre de sienes plateadas y la criatura de trece años-, no se engañan jamás. Cuando su hijo responde: "Sí, papá", hará lo que dice. Dijo que volvería antes de las doce, y el padre ha sonreído al verlo partir. Y no ha vuelto.
El hombre torna a su quehacer, esforzándose en concentrar la atención en su tarea. ¿Es tan fácil, tan fácil perder la noción de la hora dentro del monte, y sentarse un rato en el suelo mientras se descansa inmóvil?
El tiempo ha pasado; son las doce y media. El padre sale de su taller, y al apoyar la mano en el banco de mecánica sube del fondo de su memoria el estallido de una bala de parabellum, e instantáneamente, por primera vez en las tres transcurridas, piensa que tras el estampido de la Saint-Étienne no ha oído nada más. No ha oído rodar el pedregullo bajo un paso conocido. Su hijo no ha vuelto y la naturaleza se halla detenida a la vera del bosque, esperándolo.
¡Oh! no son suficientes un carácter templado y una ciega confianza en la educación de un hijo para ahuyentar el espectro de la fatalidad que un padre de vista enferma ve alzarse desde la línea del monte. Distracción, olvido, demora fortuita: ninguno de estos nimios motivos que pueden retardar la llegada de su hijo halla cabida en aquel corazón.
Un tiro, un solo tiro ha sonado, y hace mucho. Tras él, el padre no ha oído un ruido, no ha visto un pájaro, no ha cruzado el abra una sola persona a anunciarle que al cruzar un alambrado, una gran desgracia...
La cabeza al aire y sin machete, el padre va. Corta el abra de espartillo, entra en el monte, costea la línea de cactus sin hallar el menor rastro de su hijo.
Pero la naturaleza prosigue detenida. Y cuando el padre ha recorrido las sendas de caza conocidas y ha explorado el bañado en vano, adquiere la seguridad de que cada paso que da en adelante lo lleva, fatal e inexorablemente, al cadáver de su hijo.
Ni un reproche que hacerse, es lamentable. Sólo la realidad fría, terrible y consumada: ha muerto su hijo al cruzar un... ¡Pero dónde, en qué parte! ¡Hay tantos alambrados allí, y es tan, tan sucio el monte! ¡Oh, muy sucio ! Por poco que no se tenga cuidado al cruzar los hilos con la escopeta en la mano...
El padre sofoca un grito. Ha visto levantarse en el aire... ¡Oh, no es su hijo, no! Y vuelve a otro lado, y a otro y a otro...
Nada se ganaría con ver el color de su tez y la angustia de sus ojos. Ese hombre aún no ha llamado a su hijo. Aunque su corazón clama por él a gritos, su boca continúa muda. Sabe bien que el solo acto de pronunciar su nombre, de llamarlo en voz alta, será la confesión de su muerte.
-¡Chiquito! -se le escapa de pronto. Y si la voz de un hombre de carácter es capaz de llorar, tapémonos de misericordia los oídos ante la angustia que clama en aquella voz.
Nadie ni nada ha respondido. Por las picadas rojas de sol, envejecido en diez años, va el padre buscando a su hijo que acaba de morir.
-¡Hijito mío..! ¡Chiquito mío..! -clama en un diminutivo que se alza del fondo de sus entrañas.
Ya antes, en plena dicha y paz, ese padre ha sufrido la alucinación de su hijo rodando con la frente abierta por una bala al cromo níquel. Ahora, en cada rincón sombrío del bosque, ve centellos de alambre; y al pie de un poste, con la escopeta descargada al lado, ve a su...
-¡Chiquito...! ¡Mi hijo!
Las fuerzas que permiten entregar un pobre padre alucinado a la más atroz pesadilla tienen también un límite. Y el nuestro siente que las suyas se le escapan, cuando ve bruscamente desembocar de un pique lateral a su hijo.
A un chico de trece años bástale ver desde cincuenta metros la expresión de su padre sin machete dentro del monte para apresurar el paso con los ojos húmedos.
-Chiquito... -murmura el hombre. Y, exhausto, se deja caer sentado en la arena albeante, rodeando con los brazos las piernas de su hijo.
La criatura, así ceñida, queda de pie; y como comprende el dolor de su padre, le acaricia despacio la cabeza:
-Pobre papá...
En fin, el tiempo ha pasado. Ya van a ser las tres...
Juntos ahora, padre e hijo emprenden el regreso a la casa.
-¿Cómo no te fijaste en el sol para saber la hora...? -murmura aún el primero.
-Me fijé, papá... Pero cuando iba a volver vi las garzas de Juan y las seguí...
-¡Lo que me has hecho pasar, chiquito!
-Piapiá... -murmura también el chico.
Después de un largo silencio:
-Y las garzas, ¿las mataste? -pregunta el padre.
-No.
Nimio detalle, después de todo. Bajo el cielo y el aire candentes, a la descubierta por el abra de espartillo, el hombre vuelve a casa con su hijo, sobre cuyos hombros, casi del alto de los suyos, lleva pasado su feliz brazo de padre. Regresa empapado de sudor, y aunque quebrantado de cuerpo y alma, sonríe de felicidad.
Sonríe de alucinada felicidad... Pues ese padre va solo.
A nadie ha encontrado, y su brazo se apoya en el vacío. Porque tras él, al pie de un poste y con las piernas en alto, enredadas en el alambre de púa, su hijo bienamado yace al sol, muerto desde las diez de la mañana.

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/quiroga/el_hijo.htm

«El hijo», un cuento inquietante de Horacio Quiroga

Autora: Ariela KreimerResponsable disciplinar: Pamela ArchancoÁrea disciplinar: LiteraturaTemática: Narrativa argentina del siglo XXNivel: Secundario, ciclo orientadoSecuencia didáctica elaborada por Educ.ar

Propósitos generales

Promover el uso de los equipos portátiles en el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Promover el trabajo en red y colaborativo, la discusión y el intercambio entre pares, la realización en conjunto de la propuesta, la autonomía de los alumnos y el rol del docente como orientador y facilitador del trabajo.
Estimular la búsqueda y la selección crítica de la información proveniente de diferentes soportes, la evaluación y la validación, el procesamiento, la jerarquización, la crítica y la interpretación.

Introducción a las actividades

En sus cuentos, Horacio Quiroga vuelve una y otra vez sobre temas tales como la soledad, la muerte y el horror sobrenatural. También, una y otra vez, utiliza la selva misionera como escenario de sus historias y en ella suele situar uno de sus temas recurrentes: la muerte inesperada. Esta actividad se centra en uno de sus cuentos más inquietantes: «El hijo».

Objetivo de las actividades

Que los alumnos se familiaricen con la obra de Horacio Quiroga y sus temas recurrentes.

Actividad 1:

Para comenzar, léan con sus alumnos el índice de Más allá (1935), su último libro de cuentos.

Más allá (índice)
Más allá
El vampiro
Las moscas
El conductor del rápido
El llamado
El hijo
La señorita leona
El puritano
Su ausencia
La bella y la bestia
El ocaso

Luego, como una manera de aproximarse a la lectura, pueden pedirles a los chicos que resuelvan las siguientes consignas:
1) Determinar, a partir del índice, a qué género suponen que pertenece el libro.
2) ¿Qué sugiere cada título? ¿Alguno de ellos parece desentonar con el resto? ¿Cuáles y por qué?
3) Elegir un título y desarrollar en no más de cinco líneas el posible argumento.

Actividad 2:

1) Leer el cuento «El hijo», de Horacio Quiroga.
a) Determinar a qué género pertenece.
2) Responder las siguientes preguntas:
a) ¿Se anticipa la muerte del hijo como posibilidad antes de que ocurra?
b) ¿Se le comunica al lector que el padre sufre alucinaciones?
c) ¿Encontró el padre el cuerpo de su hijo? ¿Hay alguna indicación del autor al respecto?
d) ¿Es sorpresiva la muerte del hijo dentro del contexto del cuento?
e) ¿Qué efecto busca producir el autor en el lector con la narración?
f) ¿En qué punto del relato y mediante qué mecanismo se produce ese efecto?
3) Buscar información biográfica detallada sobre Quiroga e identificar en qué puntos el relato recoge experiencias de vida del autor.

Actividad 3:

Puesto que la historia de «El hijo» es sumamente visual –quizás por la afición de Quiroga al cine–, y puede ser filmada con escasos recursos, sugiéranles a los alumnos que formen grupos de cuatro o cinco integrantes y propónganles la siguiente actividad:
1) Utilizando la cámara de los equipos portátiles, filmar un corto de cine basado en el cuento «El hijo», de Horacio Quiroga.
a) Como primer paso, determinar el núcleo de acciones imprescindibles para que la historia sea comprensible.
b) Evaluar cuáles de estas acciones pueden ser narradas mediante imágenes y cuáles se transmitirán mediante diálogo.
c) Redactar el guión. Pueden leer información sobre esta técnica aquí.
d) Realizar el storyboard o guión gráfico. Pueden leer información sobre esta técnica aquí.
e) Buscar las locaciones posibles o reemplazarlas por las que consideren adecuadas.
f) Luego de filmar el video, editarlo con el editor de videos (Movie maker) que se encuentra en los equipos portátiles.
g) Pueden subir los resultados a alguna web, por ejemplo, a YouTube y crear un blog para para que los visitantes lo vean y dejen sus comentarios.

Bibliografía / Webgrafía recomendada

Enlaces de interés



Horacio Quiroga. El perfecto cuentista

 http://www.educ.ar/sitios/educar/recursos/fullscreen?id=14903

Quiroga, el perfecto cuentista

Autora: Ariela KreimerResponsable disciplinar: Pamela ArchancoÁrea disciplinar: LiteraturaTemática: Narrativa argentina del siglo XXNivel: Secundario, ciclo orientadoSecuencia didáctica elaborada por Educ.ar

Propósitos generales

Promover el uso de los equipos portátiles en el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Promover el trabajo en red y colaborativo, la discusión y el intercambio entre pares, la realización en conjunto de la propuesta, la autonomía de los alumnos y el rol del docente como orientador y facilitador del trabajo.
Estimular la búsqueda y la selección crítica de la información proveniente de diferentes soportes, la evaluación y la validación, el procesamiento, la jerarquización, la crítica y la interpretación.

Introducción a las actividades

Horacio Quiroga redactó una serie de «trucos del oficio» para las personas interesadas en escribir cuentos. Son observaciones, efectos útiles y consejos extraídos de su experiencia como cuentista. Este recorrido se centrará en solo un consejo, quizás el más importante.

Objetivo de las actividades

Que los alumnos se familiaricen con la obra de Horacio Quiroga y se acerquen a algunas cuestiones de técnica literaria.

Objetivos pedagógicos

Actividad 1:

Pídanles a los alumnos que lean el «Decálogo del perfecto cuentista», de Horacio Quiroga, y que luego realicen las siguientes actividades:
1) Resolver las siguientes consignas:
a) ¿Qué cuentos recuerdan? ¿Qué cuentistas conocen?
b) ¿Cuál es la diferencia entre cuento y novela?
c) ¿Cuál es la diferencia entre cuento y ensayo?
d) ¿Les parece que los consejos del decálogo son aplicables a la novela? ¿Por qué?
e) Siguiendo el primer consejo, ¿a quién elegirían como maestro?
f) ¿Algún consejo se podría aplicar a otras disciplinas, como la música o el deporte? ¿Cuál te parece el consejo más útil? ¿Por qué?
g) Agregar un consejo al decálogo.

Actividad 2: Palabra de cuentista

Lean con sus alumnos el fragmento perteneciente al ensayo «Del cuento breve y sus alrededores», deJulio Cortázar.
1) Responder las siguientes preguntas, para ello utilizar el procesador de textos disponible en sus equipos portátiles:
a) ¿Por qué creen que Cortázar dice que el título del trabajo de Quiroga «vale ya como una guiñada de ojo al lector»?
b) ¿Por qué Cortázar dice que los nueve primeros puntos del decálogo son prescindibles?
c) ¿Qué creen que significa el último punto? ¿Qué suponen que implica para Quiroga «vida del cuento»?
d) ¿Les parece que es conveniente escribir los cuentos en primera persona para que parezca que tienen vida?

Actividad 3:

1) Leer el cuento «A la deriva», de Horacio Quiroga, copiarlo y pegarlo en el procesador de textos, disponible en los equipos portátiles, y resolver las siguientes consignas:
a) Describir el mundo de Paulino.
b) Caracterizar al narrador del relato.
c) Explicar por qué les parece que el narrador no describe a ninguno de los personajes.
d) Redactar un texto periodístico breve que dé cuenta de la muerte de Paulino. Indicar únicamente los hechos que un periodista podría conocer apelando a las diversas fuentes, como, por ejemplo, el informe del hallazgo del cadáver, la autopsia y las declaraciones de la mujer del muerto.
En este punto, es conveniente hacer una puesta en común y leer algunos de los textos producidos por los alumnos y preguntarles si creen que es la anécdota lo que le da interés al relato o el modo en que Quiroga lo relata.
2) Luego, y también utilizando el procesador de textos, redactar la historia desde el punto de vista de Dorotea, emulando, hasta donde sea posible, el estilo de Quiroga. El narrador debe estar en tercera persona y ser omnisciente. El relato debe comenzar con la llegada de Paulino herido y culminar con la noticia de la muerte de Paulino. Recuerden el décimo punto del decálogo.

Bibliografía / Webgrafía recomendada

Cotázar, Julio. Último round. México, Siglo XXI, 1986.

Enlaces de interés

Impreso en Argentina II | Cuentos de amor de locura y de muerteQuiroga.